Wednesday, January 20, 2010

Haití, un desastre clasista

Rebelion
Jeb Sprague

Sólo cinco días antes del terremoto que destrozó Puerto Príncipe el 12 de enero, el Consejo de Modernización de las Empresas Públicas (CMEP) del gobierno haitiano anunció la privatización del 70% de Teleco, la compañía estatal de teléfono de Haití.

Hoy Puerto Príncipe está en ruinas con miles, posiblemente cientos de miles de muertos, barrios enteros destrozados, muchas personas enterradas vivas. De pueblos de toda la península del sur, como Léogâne, se dice que están en la ruina total, con un número de víctimas incalculable. El presidente de Haití, René Préval, y su administración se han revelado ineptos, ausentes y ni siquiera se les oye en la radio local.



En Point Morin, en el barrio de Verna Bois, de la capital, el edificio de Teleco resultó seriamente dañado. A través de Twitter, en Puerto Príncipe, alguien advirtió el lunes a los residentes locales de que deben evacuar: “después de las últimas evaluaciones de la construcción, se han dado cuenta de que las principales columnas de la estructura están dañadas”.

Con una multitud de personas que no puede obtener atención médica, agua y suministros básicos, la falta de infraestructuras estatales es muy evidente. En lugar de invertir en programas sociales y en infraestructura pública que podría haber ayudado a la gente de Puerto Príncipe después de un desastre natural, el gobierno haitiano fue presionado por Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales para vender su infraestructura, cerrar los comedores populares patrocinados por el gobierno y reducir los aranceles que podrían beneficiar a la economía rural.

La tendencia demográfica en Haití en los últimos diez años, demuestra el impacto de la globalización capitalista: el movimiento de la población rural a los barrios marginales de Puerto Príncipe, a menudo ubicados en condiciones precarias en las laderas.

“Los barrios más pobres empiezan con mala geología”, dijo el escritor Mike Davis en su libreo Planet of Slums, en el cual describe la explosión de las comunidades pobres en la era del capitalismo global. Miles de millones de personas no tienen más remedio que vivir en lugares peligrosos.

A mediados de 2007, con el periodista haitiano Wadner Pierre, escribí un artículo para IPS (Inter Press Service), en el que investigábamos el desmantelamiento de la compañía estatal de teléfono en Haití (Teleco). Entrevistamos a los trabajadores del sector público, despedidos en masa. El plan del gobierno era reducir la plantilla de Teleco de 3.293 empleados a menos de mil. Actualmente, los jefes de Teleco han acabado con dos tercios de los puestos de trabajo de la empresa. Durante su primer mandato, entre 1996 y 2001, Préval ya vendió otras compañías estatales, como las que producían harina y cemento.

Ahora Préval sigue adelante con el “Cadre de Coopération Intérmaire” (CCI), un macroprograma de ajuste económico formulado por su antecesor, el dictador Gerad Latoure, junto con las instituciones internacionales. La privatización ha sido la parte fundamental del neoliberalismo en Haití.

A lo largo de los años 80 y 90, Haití recibió presiones para reducir los aranceles sobre el arroz extranjero, eliminando así la poca protección que tenía su economía local. Con la falta de oportunidades en el campo, la migración a la capital se intensificó. Cientos de miles de personas se instalaron en barrios de chabolas como “Carrefour”.

Utilizando la retórica del nacionalismo para intentar desviar la atención del pueblo, funcionarios del gobierno de Haití han colaborado estrechamente con las instituciones financieras internacionales, organizaciones no gubernamentales y varios “expertos” del exterior. En contra de los políticos haitianos que no estaban dispuestos a aceptar dichos planes, la fuerza bruta, el bloqueo económico y las misiones de la sociedad civil desde el extranjero, han forzado el “camino correcto” para gobernar.

A raíz del terremoto, el Estado haitiano se evaporó. La policía tuvo que buscar a sus propios seres queridos, los ministerios del gobierno y las bases de las Naciones Unidas quedaron en ruinas y muchos funcionarios de alto rango han muertos bajo toneladas de hormigón.

Ampliamente criticados por no haber visitado a las víctimas ni dirigirse por radio a los barrios de la capital, Préval y otros líderes del gobierno han acampado en una estación de policía junto con oficiales y periodistas extranjeros. El martes, Préval viajó a Santo Domingo, en la república dominicana, para entrevistarse con funcionarios encargados de la ayuda.

Washington Post explica que “El gobierno de Estados Unidos considera a Préval –agrónomo de formación- un tecnócrata en gran parte libre de las agudas ideologías políticas que han dividido a Haití durante decenios. Pero en un momento en el que la tragedia obliga al país esencialmente a empezar de nuevo, la aversión a Préval en el escenario público ha inducido a millones de haitianos a preguntarse si realmente existe un gobierno”.

Cientos de periodistas han llegado a Puerto Príncipe, mientras los militares de Estados Unidos han establecido una base en el aeropuerto nacional. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, acaba de llegar. Dando prioridad a la descarga de armas pesadas, las fuerzas de EE.UU. han rechazado a una serie de grandes aviones que transportaban equipos médicos y de rescate, lo que provocó protestas por parte de Francia, Venezuela y la organización humanitaria Médicos sin Fronteras.

Los medios de comunicación internacionales han mostrado imágenes de los haitianos cavando con sus manos, sin herramientas, en los edificios destruidos buscando supervivientes. Sin embargo, según han pasado los días, los gritos de los seres queridos enterrados han quedado en silencio.

Otros medios de comunicación han empezado a mostrar imágenes de personas pobres en el centro de la capital en busca de alimento acusándolos de “ladrones” o “criminales” cuando sólo están haciendo lo que haría cualquier persona para sobrevivir. En algunos mercados, hombres armados amenazan a los que se atreven a buscar agua o comida.

En los últimos decenios, con las medidas de austeridad impuestas a Haití, ha sido casi imposible construir un gobierno eficiente con capacidad de hacer algo en situaciones de emergencia o para apoyar proyectos de inversión social. El derrocado gobierno de Aristide, 2001-2004, aunque fue severamente castigado económica y militarmente por la oposición y sus aliados extranjeros, se negó a la privatización, instituyó un programa nacional de comedores y centros de alfabetización y hasta se construyeron unos cuantos bloques de viviendas para los pobres en la capital (como se puede ver en aquel momento en un artículo del antiguo diario del gobierno La Unión).

Esas pequeñas medidas para mejorar la situación del pueblo pertenecen al pasado. La represión contra la democracia vino acompañada de la destrucción de la economía local en beneficio del capitalismo global y requiere que Haití esté gobernada por una clase desconectada de la mayoría. En su libro A Theory of Global Capitalism, el sociólogo William I. Robinson describió "los grupos dominantes del Sur, a veces denominados ‘burguesía modernizadora’, han supervisado procesos de cambios drásticos sociales y económicos para incorporarse a la economía global”. Después de tanta destrucción, no es sorprendente que los haitianos sigan resistiéndose a esos procesos de cambio que los hacen más pobres y vulnerables.

El geógrafo Kenneth Hewitt invento el término “classquake” (terremoto de clase) después del terremoto de 1976 en Guatemala, que costó la vida a 23.000 personas, debido a la precisión con la que destruyó a los pobres. El classquake en Haití es mucho peor, agravado por decenios de globalización capitalista y la intervención de Estados Unidos.

Jeb Sprague recibió un Premio de Proyecto Censurado en 2008 por un artículo que publicó con Inter Press Service (IPS) de Puerto Príncipe, Haití. Visite su Web de la universidad: http://home.umail.ucsb.edu/~jhsprague/

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